
¿Crees por Costumbre o por Convicción?
Cuando era niña, escuchaba hablar de Dios.
Veía personas rezar, veía imágenes, escuchaba oraciones repetidas.
Todo parecía correcto… pero había algo que no terminaba de llenar el vacío que sentía por dentro.
Y ahora te pregunto a ti:
¿Por qué crees?
¿Crees porque conociste personalmente a Dios?
¿O simplemente porque creciste en una familia que decía creer?
La costumbre puede enseñar reglas.
La convicción solo nace de un encuentro verdadero.
La fe de apariencia
El apóstol Pablo advirtió a Timoteo sobre algo que sigue siendo real hoy:
“Tendrán apariencia de piedad, pero negarán su eficacia.”
— 2 Timoteo 3:5 (NVI)
¿Sabes?
Es posible vivir como si creyéramos —asistir a reuniones, decir frases correctas, participar en tradiciones— pero, en lo profundo, no haber conocido a Dios.
La fe de apariencia es una fe frágil.
Se sostiene mientras todo va bien.
Pero basta un viento de dolor, una tormenta de dudas, una crisis inesperada… para que esa fe, basada en costumbre, se derrumbe.
Jesús habló precisamente de esto:
“Por tanto, todo el que me oye estas palabras y las pone en práctica es como un hombre prudente que construyó su casa sobre la roca.
Cayó la lluvia, crecieron los ríos, soplaron los vientos y azotaron aquella casa; con todo, la casa no se derrumbó, porque estaba cimentada sobre la roca.”
— Mateo 7:24-25 (NVI)
Construir sobre costumbres es como edificar sobre arena.
Construir sobre Cristo es edificar sobre roca firme.
La costumbre no salva, el encuentro sí
Si nuestra fe depende de lo que nos enseñaron sin preguntarnos nunca por qué creemos, es solo una fe prestada.
Y una fe prestada no salva.
Solo el encuentro personal con Jesús cambia un alma para siempre.
Él mismo lo dijo:
“Mis ovejas oyen mi voz; yo las conozco y ellas me siguen.”
— Juan 10:27 (NVI)
No basta con repetir fórmulas.
No basta con parecer creyentes.
La verdadera fe nace cuando oímos la voz de Cristo en nuestro interior, cuando Su Palabra atraviesa nuestro corazón, cuando Su amor nos transforma.
¿Cómo pasar de costumbre a convicción?
Puede que te preguntes:
¿Y ahora qué hago?
¿Cómo paso de una fe rutinaria a una fe viva?
No es cuestión de más esfuerzo religioso.
Es cuestión de un corazón sincero.
La Biblia nos recuerda:
“A un corazón contrito y humillado, Dios no desprecia.”
— Salmos 51:17 (NVI)
¿Tienes dudas?
Dios no te rechaza por eso.
¿Te sientes seco espiritualmente?
Dios no se aparta de ti por ello.
Lo que Él busca es tu sinceridad.
Habla con Él.
No necesitas palabras perfectas.
Abre tu Biblia, especialmente los Evangelios.
Escucha a Jesús.
Descúbrelo con tus propios ojos, no con las palabras de otros.
Y sobre todo, pídele:
“Señor, quiero conocerte de verdad. No quiero vivir de tradiciones; quiero tener una relación real contigo.”
Hoy Jesús te llama
No es casualidad que estés leyendo esto.
Quizás Dios mismo está usando estas palabras para tocar la puerta de tu corazón.
Él te invita a algo mucho más grande que una religión vacía:
Te invita a una vida llena de amor, de verdad, de propósito eterno.
Su voz sigue diciendo:
“Aquí estoy. Estoy a la puerta y llamo. Si alguien oye mi voz y abre la puerta, entraré, y cenaré con él, y él conmigo.”
— Apocalipsis 3:20 (NVI)
No vivas toda tu vida con una fe prestada.
No te conformes con una apariencia.
Hoy puedes abrir esa puerta.
Hoy puedes empezar a construir sobre la Roca.
Hoy puedes dejar que Jesús sea tu convicción, no tu costumbre.
Él está esperando.
¿Responderás?
¿Quieres conocer a Jesús de verdad?
Empieza leyendo el Evangelio de Juan.
Cada palabra es un encuentro
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