
Introducción: Cuando la vida se convierte en herencia
Hay momentos en los que los niños parecen inquietos, ruidosos, agotadores… pero también hay momentos en los que uno se detiene a mirar su rostro mientras duerme, o a escuchar una palabra suya, y el alma lo entiende: este pequeño ser es un milagro.
La maternidad o el deseo de ser madre no es siempre un camino sencillo. Pero este versículo nos recuerda algo profundo: Dios ve a los hijos como un regalo, no como una carga. Una herencia, no una responsabilidad más. Una confianza, no un accidente.
Vamos a detenernos con calma en esta promesa, para redescubrir el corazón de Dios cuando piensa en los hijos.
El versículo (NVI)
“Los hijos son una herencia del SEÑOR, los frutos del vientre son una recompensa.”
— Salmo 127:3 (NVI)
Antes de entenderlo… necesitamos ubicarnos
Este salmo es atribuido a Salomón, un rey que sabía lo que era construir —ciudades, reinos, templos— pero también sabía que todo esfuerzo es inútil sin la bendición del Señor.
En medio de este salmo que habla de trabajo y protección, aparece esta verdad luminosa: los hijos no son algo que construimos, sino algo que recibimos.
No como resultado de mérito humano, sino como un acto de generosidad divina.
Desglose palabra por palabra
A veces, una sola palabra puede cambiarlo todo.
Por eso, en este espacio vamos a detenernos con calma, mirando cada expresión con la atención que merece. No se trata de hacer un estudio técnico, sino de escuchar con el corazón lo que Dios quiso decirnos desde el principio, con intención, con amor, y sin apuro.
“Los hijos…”
Hebreo: בָּנִים (banim)
- banim: “hijos, descendencia, generaciones futuras”
No solo habla de bebés, sino de la continuidad, del legado que Dios permite construir a través de vidas nuevas. Son parte de una historia mayor.
“son una herencia del SEÑOR…”
Hebreo: נַחֲלַת יְהוָה (najálat Adonai)
- najálat: “herencia, legado que se recibe, algo precioso confiado”
- Adonai: “el Señor”
No es algo que se exige, ni se merece. Es algo que Dios entrega como quien entrega una joya familiar: para que sea valorada, protegida y disfrutada.
“los frutos del vientre…”
Hebreo: שָׂכָר פְּרִי־הַבָּטֶן (sakhar peri ha-báten)
- peri ha-báten: “fruto del vientre”, literalmente los que nacen de nuestro interior
Una imagen profunda y hermosa: los hijos como fruto, como bendición viva que brota del cuerpo, pero viene del cielo.
“son una recompensa.”
Hebreo: שָׂכָר (sakhar)
- sakhar: “recompensa, premio, gratificación”
No como pago por un esfuerzo, sino como una expresión de favor y amor de parte de Dios.
Entonces, ¿qué nos dice realmente este versículo?
“Los hijos son una herencia del SEÑOR,
los frutos del vientre son una recompensa.”
Los hijos no son propiedad, ni carga, ni casualidad.
Son un regalo personal de Dios.
Un legado que Él nos permite cuidar por un tiempo, con ternura y responsabilidad.
Y aunque el mundo pueda verlos como problema, gasto o molestia, Dios los ve como un tesoro eterno.
Y como toda verdad que viene del corazón de Dios,
la Biblia la afirma y la recuerda en muchos otros pasajes.
Porque los hijos —biológicos, adoptivos o espirituales—
siempre han sido parte del plan de bendición de Dios.
Concordancia con otros pasajes
Deuteronomio 7:13
“Él te amará, te bendecirá y te multiplicará. Bendecirá el fruto de tu vientre…”
Los hijos son parte del paquete de bendiciones del amor de Dios.
Génesis 33:5
“Estos son los hijos que Dios ha dado a tu siervo…”
Jacob reconoce que sus hijos no eran logro suyo, sino regalo divino.
Marcos 10:14
“Dejen que los niños vengan a mí… porque el reino de Dios es de quienes son como ellos.”
Jesús valoraba profundamente a los pequeños y los ponía en el centro del Reino.
Reflexión final
Salmo 127:3 nos invita a mirar a los hijos con los ojos del cielo.
- No como una interrupción en nuestros planes,
sino como la continuidad del plan de Dios en esta tierra.
- No como una carga que agota,
sino como una recompensa que transforma.
Sean hijos biológicos o espirituales, niños en casa o jóvenes en camino,
Dios te está confiando algo sagrado.
¿Estás valorando la vida que Dios ha puesto en tus manos?
¿Puedes ver a los hijos como Él los ve: herencia y recompensa?
Hoy puedes orar así:
“Señor, gracias por la vida que confías en mis manos.
Ayúdame a cuidar, guiar y amar como tú amas.
Hazme una buena administradora de esta herencia que viene de ti.
Amén.”
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