
El llamado de Jesús explicado
En un mundo que promueve una fe cómoda, donde el sufrimiento se evita y la entrega total se minimiza,
las palabras de Jesús siguen resonando con un llamado radical, firme y transformador:
“Si alguien quiere ser mi discípulo, que se niegue a sí mismo, lleve su cruz cada día y me siga.”
— Lucas 9:23 (NVI)
Esta no es una invitación a una vida fácil ni un llamado a un cristianismo superficial.
Es un llamado a morir al yo para vivir plenamente para Cristo.
Pero, ¿qué significaba realmente cargar una cruz en tiempos de Jesús?
¿Cómo se traduce ese llamado hoy?
¿Es la cruz una carga de sufrimiento o una entrega de amor?
Vamos a profundizar.
¿Qué significaba cargar una cruz en tiempos de Jesús?
Para nosotros, la cruz puede parecer un símbolo religioso, espiritual o decorativo.
Pero para los oyentes de Jesús, la cruz no era un adorno. Era un instrumento de muerte, humillación y vergüenza pública.
En el Imperio Romano, llevar una cruz era la sentencia final de un condenado a muerte.
Era un camino de humillación pública, un acto de rendición total al poder imperial.
La persona cargaba su propia cruz hasta el lugar de ejecución, expuesta a las miradas burlonas y al desprecio de todos.
Cuando Jesús dijo “toma tu cruz”, no estaba hablando en términos figurativos o poéticos.
Estaba llamando a una entrega radical.
Era un llamado a morir al yo, a rendirse por completo, a soltar toda pretensión de control.
“El que no toma su cruz y me sigue no es digno de mí.”
— Mateo 10:38 (NVI)
Jesús no estaba pidiendo un sacrificio temporal.
Estaba llamando a una vida de entrega total.
No era un compromiso parcial, era un acto de rendición absoluta.
¿Qué significa “tomar tu cruz cada día” hoy?
El llamado a cargar la cruz no fue un mandato puntual.
Jesús dejó claro que esta entrega no es un evento único, sino una decisión diaria.
Cada día que despertamos, cada día que respiramos, debemos tomar una decisión:
¿Viviré para mí mismo o viviré para Cristo?
1. Negarte a ti mismo
En una sociedad que nos dice “sigue tu corazón”, Jesús nos dice:
“Niégate a ti mismo y sígueme.”
Negarse a uno mismo no es odiarse, castigarse o renunciar a los deseos legítimos.
Es poner la voluntad de Dios por encima de la nuestra.
Esto implica:
- Decir “no” al orgullo que busca la auto-exaltación.
- Decir “no” a los deseos egoístas que nos alejan de la voluntad de Dios.
- Decir “no” a la autosuficiencia que nos hace creer que podemos caminar solos.
“Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo…”
— Lucas 9:23 (NVI)
Negarse a sí mismo es rendirse al señorío de Cristo, dejar de ser el centro para que Él ocupe el trono de nuestro corazón.
2. Aceptar el llamado a obedecer, aun cuando cueste
Jesús nunca prometió un camino fácil.
De hecho, prometió pruebas, rechazo y oposición.
Seguir a Cristo implica obedecerle, aunque el mundo no lo entienda, aunque nosotros mismos no lo comprendamos del todo.
Es:
- Amar cuando nos odian.
- Perdonar cuando nos han herido profundamente.
- Permanecer fieles cuando todos se alejan.
“En este mundo afrontarán aflicciones; pero anímense, yo he vencido al mundo.”
— Juan 16:33 (NVI)
La cruz es un símbolo de obediencia total.
Jesús obedeció al Padre hasta la muerte, y nos llama a seguir ese mismo camino.
3. Morir a nuestra vieja vida
Cuando Jesús dijo “toma tu cruz”, estaba llamándonos a morir a nuestra vieja vida.
Cada día es una nueva oportunidad para:
- Decir “no” al pecado que nos destruye y nos aleja de Dios.
- Decir “no” a las viejas actitudes que reflejan nuestro ego y orgullo.
- Decir “sí” al Espíritu Santo, permitiéndole guiar cada decisión.
Pablo lo expresó con claridad:
“He sido crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Lo que ahora vivo en el cuerpo, lo vivo por la fe en el Hijo de Dios, quien me amó y dio su vida por mí.”
— Gálatas 2:20 (NVI)
Morir a nuestra vieja vida no es perderlo todo.
Es ganarlo todo en Cristo.
Es dejar de aferrarnos a nuestros planes limitados para recibir los propósitos eternos de Dios.
Llevar la cruz no es perder… es ganar
En un mundo que promueve la auto-gratificación, Jesús nos invita a perder nuestra vida para encontrarla realmente en Él.
“El que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa, la salvará.”
— Lucas 9:24 (NVI)
- El que se aferra a su vida, la pierde.
- Pero el que entrega su vida a Cristo, encuentra una vida eterna y plena.
Llevar la cruz no es un acto masoquista.
Es una declaración de amor a Jesús, quien primero cargó Su cruz por nosotros.
Cuando morimos a nuestro ego, vivimos para los propósitos eternos de Dios.
Cuando soltamos nuestros planes limitados, recibimos el propósito perfecto de nuestro Padre.
Una reflexión para ti
Hoy Jesús no te llama a un cristianismo cómodo, superficial o centrado en ti mismo.
Te llama a una vida de entrega radical, de amor sincero, de obediencia diaria.
No es un camino fácil, pero es el único camino a la verdadera vida.
Cada día, al despertar, puedes hacer esta oración:
“Señor, hoy decido cargar mi cruz.
Hoy muero a mi voluntad y vivo para ti.
Haz tu obra en mí, transforma mi corazón y guía mis pasos.”
El camino de la cruz no es un evento único.
Es una decisión diaria.
Pero cada paso que das, cada día que decides seguirle,
es un día más en que Jesús te transforma a Su imagen.
¿Dónde seguir leyendo?
Si ya has leído los evangelios, sigue avanzando en las cartas del Nuevo Testamento.
- Romanos 12: Un llamado a vivir sacrificados, renovados y consagrados.
- Efesios 4-5: Cómo caminar en amor, como hijos de la luz.
- Filipenses 2: El ejemplo de Cristo como siervo humilde.
El camino de la cruz comienza con una decisión.
Seguir a Jesús es un llamado diario.
¿Estás dispuesto a tomar tu cruz hoy y seguirle?
Relacionado
Descubre más desde Christ Reigns Media
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.