
¿Puede una Religión Salvarte?
Desde pequeños, muchos crecimos pensando que pertenecer a una religión era lo mismo que ser salvo.
Que asistir a ceremonias, cumplir ciertos rituales o ser “buena persona” sería suficiente para estar bien con Dios.
Pero cuando miramos la Biblia con ojos abiertos, Jesús mismo nos confronta con una verdad poderosa:
“Nadie puede ver el reino de Dios si no nace de nuevo.”
— Juan 3:3 (NVI)
La religión externa no salva. Solo una relación viva con Cristo lo hace.
La tragedia de confiar en una religión
En los tiempos de Jesús, los fariseos y líderes religiosos cumplían con rigor:
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Ayunos.
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Oraciones públicas.
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Diezmos.
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Purificaciones rituales.
A los ojos de muchos, eran “los más religiosos”.
Sin embargo, Jesús les dijo palabras muy duras:
“¡Ay de ustedes, maestros de la ley y fariseos, hipócritas!
Son como sepulcros blanqueados: por fuera lucen hermosos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda podredumbre.”
— Mateo 23:27 (NVI)
¿Qué les faltaba?
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Una relación verdadera con Dios.
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Un corazón transformado.
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Una vida nacida del Espíritu, no de las apariencias.
Las obras no salvan
Muchos creen que haciendo buenas obras, limosnas o asistiendo a celebraciones religiosas, pueden ganarse el favor de Dios.
Pero la Biblia es clara:
“Porque por gracia ustedes han sido salvados mediante la fe; esto no procede de ustedes, sino que es el regalo de Dios, no por obras, para que nadie se jacte.”
— Efesios 2:8-9 (NVI)
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No somos salvos por ser buenos.
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No somos salvos por cumplir rituales.
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Somos salvos por la gracia de Dios al creer sinceramente en Jesucristo como nuestro Salvador.
Entonces, ¿qué salva?
Sólo Cristo salva.
“Jesús le dijo: Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí.”
— Juan 14:6 (NVI)
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No una institución.
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No un rito.
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No una tradición.
Jesús mismo es el camino.
La verdadera salvación ocurre cuando:
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Reconocemos nuestro pecado.
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Creemos que Jesús murió y resucitó por nosotros.
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Nos rendimos a Él como nuestro único Señor y Salvador.
Una fe viva, no una religión muerta
Jesús no vino para fundar una religión humana más.
Vino a restaurar la comunión perdida entre Dios y los hombres.
“Dios estaba reconciliando al mundo consigo mismo por medio de Cristo.”
— 2 Corintios 5:19 (NVI)
Cuando abrazamos a Cristo de corazón:
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Recibimos perdón.
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Somos adoptados como hijos.
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Comenzamos una vida nueva, guiados por Su Espíritu.
La religión puede imponer reglas.
Cristo ofrece vida.
Una reflexión para ti
Hoy te invito a reflexionar:
¿Estoy confiando en una religión para salvarme?
¿O he tenido un verdadero encuentro personal con Jesucristo?
Dios no busca una lista de rituales cumplidos.
Dios busca tu corazón.
Él sigue llamando:
“Mira que estoy a la puerta y llamo.
Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré, y cenaré con él, y él conmigo.”
— Apocalipsis 3:20 (NVI)
No es tarde para abrir esa puerta.
No es tarde para pasar de una religión muerta a una relación viva con el Dios que te ama.
La fe viva comienza con un paso real.
Abre una Biblia y empieza por el Evangelio de Juan.
Deja que Jesús mismo te hable a través de sus palabras.