
Recuerdo una época en mi vida en la que me encontraba orando por un problema que parecía imposible de resolver. Mis palabras salían llenas de angustia, pero vacías de confianza. Decía que creía en Dios, pero en el fondo me preguntaba: ¿Realmente puede Dios hacer esto? ¿Estoy orando en vano?
Fue entonces cuando me encontré con Hebreos 11. Un capítulo que cambió mi perspectiva sobre lo que realmente significa tener fe. Porque la fe no es un pensamiento positivo, ni una ilusión. La fe verdadera es una convicción sólida, arraigada en las promesas de Dios.
¿Qué es la fe según la Biblia?
En el mundo, la fe se define como un simple deseo o una esperanza sin fundamento. Pero en la Biblia, la fe es mucho más profunda y poderosa.
“Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve.”
— Hebreos 11:1 (NVI)
La fe no es un salto al vacío ni un optimismo ciego. Es tener la absoluta certeza de que Dios cumplirá lo que ha prometido, aun cuando no lo veamos todavía.
La fe es esa convicción interna que nos impulsa a caminar con seguridad, aunque todo a nuestro alrededor diga lo contrario.
¿De dónde proviene la fe?
La fe no es algo que producimos por nuestra cuenta. Es un don de Dios.
“Así que la fe viene como resultado de oír el mensaje, y el mensaje que se oye es la palabra de Cristo.”
— Romanos 10:17 (NVI)
La fe se nutre al escuchar y meditar en la Palabra de Dios. Cada vez que leemos la Escritura, cada vez que recordamos Sus promesas, nuestra fe crece.
Pero hay un detalle importante: la fe no es solo saber lo que Dios dice; es creerlo, apropiarse de ello y actuar en consecuencia.
Ejemplos de fe verdadera en Hebreos 11
Hebreos 11 es conocido como el “Salón de la Fe”, un recorrido por la vida de hombres y mujeres que creyeron en Dios contra toda lógica humana. Veamos algunos ejemplos:
Noé: Fe en lo invisible
Dios le advirtió sobre un diluvio cuando jamás había llovido sobre la tierra. Aun así, Noé comenzó a construir el arca.
“Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia.”
— Hebreos 11:7 (NVI)
La fe verdadera es actuar en obediencia antes de ver los resultados.
Abraham: Fe en lo imposible
Dios le prometió descendencia cuando él y su esposa Sara eran ancianos y estériles.
“Por la fe Abraham, aunque era ya anciano y Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa.”
— Hebreos 11:11 (NVI)
La fe verdadera no se basa en las circunstancias, sino en el carácter de Dios.
Moisés: Fe que renuncia a lo temporal
Moisés, siendo príncipe de Egipto, renunció a los placeres y riquezas del palacio para identificarse con el pueblo de Dios.
“Por la fe Moisés, cuando ya era adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón.”
— Hebreos 11:24 (NVI)
La fe verdadera es sacrificar lo temporal por lo eterno.
¿Cómo aplicar la fe en la vida diaria?
1. Creer en la Palabra aunque no veamos resultados inmediatos.
La fe es caminar por lo que Dios ha dicho, no por lo que vemos.
“Vivimos por fe, no por vista.”
— 2 Corintios 5:7 (NVI)
2. Orar con confianza, no con dudas.
Cuando oramos sin fe, es como lanzar palabras al viento. Pero cuando oramos creyendo, algo cambia.
“Pero pida con fe, sin dudar, porque quien duda es como las olas del mar, agitadas y llevadas de un lado a otro por el viento.”
— Santiago 1:6 (NVI)
3. Actuar en obediencia, aun cuando no entendamos el propósito.
Fe no es solo esperar; es hacer lo que Dios ha dicho, aunque no comprendamos el ‘por qué’.
“¿De qué sirve, hermanos míos, que alguien diga que tiene fe, si no tiene obras? ¿Acaso esa fe puede salvarlo?”
— Santiago 2:14 (NVI)
4. Mantener la esperanza cuando todo parece perdido.
La fe no se apaga en la dificultad; se fortalece en ella.
“Esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un eterno peso de gloria que sobrepasa toda comparación.”
— 2 Corintios 4:17 (NVI)
¿Qué hacer cuando la fe flaquea?
Habrá momentos en los que nuestra fe se tambalee. ¿Qué hacer entonces?
Vuelve a la Palabra.
La fe se alimenta de las promesas de Dios. Repite, memoriza y ora los versículos que recuerdan Su fidelidad.
Ora como el padre del muchacho endemoniado.
Cuando aquel hombre enfrentó a Jesús con su incredulidad, clamó:
“Creo; ayuda mi poca fe.”
— Marcos 9:24 (NVI)
Dios no desprecia la fe débil; la fortalece cuando venimos a Él con humildad.
Rodéate de otros creyentes.
Cuando nuestra fe está débil, el apoyo de otros hermanos puede levantarnos.
“Anímense unos a otros cada día, mientras dure ese ‘hoy’, para que ninguno de ustedes se endurezca por el engaño del pecado.”
— Hebreos 3:13 (NVI)
Una reflexión para ti
Hoy, Dios sigue buscando hombres y mujeres que estén dispuestos a creer en lo imposible, a caminar en lo invisible y a confiar en lo que Él ha dicho, aun cuando no vean resultados inmediatos.
La fe que mueve montañas no es una fe grande. Es una fe pequeña, pero colocada en un Dios grande.
“Si tienen fe tan pequeña como un grano de mostaza, podrán decirle a esta montaña: ‘Trasládate de aquí para allá’, y se trasladará. Para ustedes nada será imposible.”
— Mateo 17:20 (NVI)
Hoy, toma tu montaña: ese problema imposible, esa carga pesada, ese sueño estancado… y colócalo a los pies de Jesús.
Y con una fe sencilla pero decidida, di:
“Señor, yo creo. Haz tu voluntad. Muéstrame tu poder.”
¿Quieres fortalecer tu fe?
Abre tu Biblia en Hebreos 11 y permite que las historias de aquellos que creyeron contra toda esperanza te inspiren a caminar con confianza en el Dios que sigue siendo fiel.
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