Dios en medio del diagnóstico: cómo dar aliento desde el corazón de Cristo

Hace poco, una amiga me confió una noticia que me estremeció el alma. Me había comentado que debía hacerse unos exámenes médicos, y a los pocos días, con voz entrecortada, me dijo que el resultado había sido positivo: tenía cáncer.

La palabra “cáncer” tiene un peso particular. No importa cuántos avances haya en la medicina, cuántas estadísticas alentadoras existan o cuán tratable pueda ser en ciertos casos… cuando se escucha esa palabra, algo en el alma se sacude. Para ella, para su familia, y también para quienes la queremos.

Me quedé en silencio unos segundos. Orando por dentro. Pidiéndole a Dios sabiduría para responder. ¿Qué se dice cuando el mundo de alguien se acaba de detener?

Acompañar con presencia, no con fórmulas

A veces creemos que debemos tener la “frase perfecta” para consolar. Pero el verdadero consuelo no nace de las fórmulas. Nace de la presencia. Nace del amor.

Le recordé, con humildad y ternura, que Dios sigue estando ahí. Que nada de lo que vivimos le es indiferente. Que aun esto tiene un propósito, aunque ahora no lo entendamos.

Y mientras hablábamos, recordé este pasaje:

“Aunque cambien de lugar las montañas y se tambaleen las colinas, no cambiará mi fiel amor por ti, ni vacilará mi pacto de paz —dice el SEÑOR, que de ti se compadece—.”
— Isaías 54:10 (NVI)

Ese amor que no cambia. Esa compasión que no se agota. Eso es lo que necesitamos recordar en los momentos más oscuros.

El miedo es real, pero la fe también

No se trata de negar la realidad del diagnóstico. Ni de minimizar el dolor. El miedo es humano. La incertidumbre golpea fuerte. Pero ahí, justo en ese abismo, es donde la fe comienza a brillar con más fuerza.

“Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo;
cuando cruces los ríos, no te cubrirán sus aguas;
cuando camines por el fuego, no te quemarás ni te abrazarán las llamas.”
— Isaías 43:2 (NVI)

No dice “si pasas”, dice “cuando pases”. Porque habrá pruebas. Pero Dios promete acompañarnos. Promete sostenernos. Y su Palabra no falla.

Consolar con verdad y esperanza

El consuelo verdadero no es evasión. Tampoco es positivismo vacío. Es recordar, con ternura y convicción, que Dios tiene la última palabra. Que los médicos diagnostican, pero solo Dios determina el desenlace final.

“El SEÑOR da la muerte y la vida;
hunde en el sepulcro, pero también levanta.”
— 1 Samuel 2:6 (NVI)

Tal vez el diagnóstico sea difícil. Tal vez el camino sea largo. Pero nada de lo que vivimos está fuera de la soberanía de Dios.

¿Hice bien al consolar así?

Tal vez tú, como yo, te has encontrado alguna vez sin saber qué decir. Dudando si tus palabras ayudaron o si simplemente quedaron cortas. Pero recuerda esto: el amor sincero, acompañado de oración, vale más que mil discursos bien armados.

“Alégrense con los que están alegres; lloren con los que lloran.”
— Romanos 12:15 (NVI)

A veces, estar. Escuchar. Sostener una mano. Orar en silencio. Eso es consuelo. Eso es acompañar con el corazón de Cristo.

El cáncer no es el final

El cáncer es una palabra, no una sentencia eterna. Y pase lo que pase, Dios sigue siendo bueno. Sigue siendo Dios. Y sigue obrando.

“Estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios,
ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo,
ni cosa alguna en toda la creación podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.”
— Romanos 8:38-39 (NVI)

No hay diagnóstico que nos separe del amor de Dios. Ninguna enfermedad puede arrancarnos de sus brazos. Ningún tratamiento —por más duro que sea— es más fuerte que su presencia.

Oración final

Señor amado, hoy te presento a quienes han recibido una noticia que les cambió la vida. Tú conoces sus lágrimas, sus temores, sus noches en vela.
Dales paz. Paz que sobrepasa todo entendimiento.
Recuérdales que no están solos, que sus días están en tus manos,
y que tú eres el Dios que sana, el Dios que acompaña, el Dios que salva.
Fortalece también a quienes están cerca, a los que consuelan, a los que oran.
Enséñanos a ser reflejo de tu amor en medio del dolor.
En el nombre de Jesús, amén.

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