
Cuando defender la verdad no es opción, sino obediencia
No sé si a ti te ha pasado… pero hay momentos en los que uno siente que simplemente ya no puede quedarse callado. Que callar sería, en el fondo, fallarse a uno mismo, y también al Señor. No se trata de “ganar una discusión”, ni de “tener la razón” a toda costa. Se trata de obedecer la verdad, y vivir con una conciencia tranquila delante de Dios.
Vivimos tiempos complicados. No es novedad. Muchas veces quienes deberían proteger los derechos de otros, simplemente… no lo hacen. Actúan con descuido, con indiferencia, o peor aún, con un poder mal usado. Y si por algún motivo nos toca alzar la voz para denunciarlo, lo más probable es que alguien nos mire como si fuéramos conflictivos. Pero…
¿Es eso motivo para quedarnos en silencio?
Dios ama la justicia… y espera que la vivamos
Cuando alguien daña tu nombre, tu integridad o tu familia con mentiras, con acciones injustas, ¿qué espera Dios que hagamos? ¿Nos escondemos para evitar problemas? ¿O respondemos con verdad y firmeza, aunque tiemblen las piernas?
La Biblia es clara:
“Aprendan a hacer el bien; busquen la justicia, reprendan al opresor, aboguen por el huérfano y defiendan a la viuda.”
Isaías 1:17 (NVI)
Esto no es solo para pastores, ni para líderes. Es para ti. Para mí. Para cualquiera que diga seguir a Cristo. Porque si decimos amarle, no podemos ser indiferentes al dolor ajeno, ni mucho menos al propio cuando la mentira nos alcanza.
Una conciencia limpia te sostiene aunque el mundo se derrumbe
Hay algo profundamente liberador en poder decirle al Señor: “Tú sabes que he obrado con rectitud”. Aun cuando las circunstancias se vuelven turbias, cuando otros no entienden o prefieren mirar a otro lado, saber que estás en paz con Dios te da una fuerza que no viene de ti.
“El justo no teme malas noticias; su corazón está firme, confiado en el Señor.”
Salmo 112:7 (NVI)
No necesitas escudos humanos. No necesitas favores. Cuando tienes una conciencia limpia y sabes que no estás caminando en falsedad, no hay sistema que te quiebre. La verdad siempre resiste.
Jesús no fue indiferente ante la injusticia
Hay una imagen de Jesús que muchos no quieren ver: la del Maestro con celo en los ojos, entrando al templo y echando fuera a los comerciantes. No fue un arrebato de ira sin sentido. Fue una defensa apasionada por la santidad, por lo que es justo. Porque no se puede jugar con las cosas de Dios. No se puede usar la autoridad para corromper.
“Jesús entró en el templo y echó de allí a todos los que compraban y vendían. Volcó las mesas de los cambistas y los puestos de los que vendían palomas. ‘¡Mi casa será llamada casa de oración!’, les dijo, ‘¡pero ustedes la están convirtiendo en una cueva de ladrones!’”
Mateo 21:12-13 (NVI)
Si Jesús actuó con firmeza, ¿quiénes somos nosotros para permanecer pasivos frente a la injusticia?
Cuando esperas justicia de quien no camina con Dios… el golpe es doble
No sé si esto también te ha pasado… pero uno a veces espera que las personas actúen con la misma rectitud con la que uno intenta actuar. Esperas que los funcionarios hagan su trabajo, que las autoridades respondan con justicia, que incluso los más cercanos como familiares y amigos, digan la verdad.
Y cuando no lo hacen, duele. Frustra. Enoja.
Pero la Biblia ya nos lo advertía:
“Dios es juez justo; Dios está indignado todos los días contra el impío.”
Salmo 7:11 (NVI)
No pongamos nuestras expectativas en sistemas humanos. Hagamos lo correcto nosotros. Que el resto lo juzgue Dios, en su tiempo.
Podemos alzar la voz sin perder la mansedumbre
Hablar con autoridad no es sinónimo de perder el control. Defender la verdad no significa gritar ni ofender. El mismo Jesús, siendo Rey, se mantuvo firme pero nunca dejó de actuar con compasión.
“Que la gentileza de ustedes sea evidente a todos. El Señor está cerca.”
Filipenses 4:5 (NVI)
“El siervo del Señor no debe ser violento, sino amable con todos, capaz de enseñar y paciente. Debe corregir con mansedumbre a los que se oponen…”
2 Timoteo 2:24-25 (NVI)
La clave está en eso: en no dejar que el enojo, la frustración o el cansancio se apoderen del tono de nuestra voz. Habla. Corrige. Pero que sea Cristo el que inspire tus palabras.
¿Y si no cambia nada? Dios sigue sentado en su trono
A veces, después de mucho luchar, parece que nada cambia. Que todo queda igual o incluso peor. Que nadie escucha. Que la injusticia gana.
Pero no es así.
“No se dejen vencer por el mal; al contrario, venzan el mal con el bien.”
Romanos 12:21 (NVI)
No lo hagas por el resultado. Hazlo por obediencia. Por amor a la verdad. Porque tu conciencia te lo exige. Y porque, aunque parezca que nadie más lo ve, Dios sí lo ve.
Conclusión: No temas cuando estás en la verdad
Si estás pasando por un proceso donde te están juzgando mal, donde otros callan ante la mentira o simplemente no quieren meterse, mantén tu paz.
Camina recta. Habla con claridad. Defiende lo que es justo.
Tu fortaleza no está en tener a muchos de tu lado. Está en saber que el Dios justo está contigo.
“En cambio, honren en su corazón a Cristo como Señor. Estén siempre preparados para responder a todo el que les pida razón de la esperanza que hay en ustedes. Pero háganlo con gentileza y respeto.”
1 Pedro 3:15 (NVI)
Oración final
Señor,
Tú conoces mi corazón, y ves más allá de lo que los demás dicen o piensan.
Tú sabes cuándo hablo con verdad y cuándo actúo con integridad.
Dame fuerzas para no callar cuando deba hablar.
Dame paciencia cuando el proceso se alargue.
Y dame mansedumbre para que, incluso en mi firmeza, nunca deje de reflejar a Cristo.
Tú eres mi defensor.
Y en Ti está mi victoria.
Amén.
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