¿Cómo llegó hasta nosotros la Biblia? Breve historia que debes conocer

 

¿Cómo se formó la Biblia que tenemos hoy?

Cuando abres tu Biblia y lees esas palabras que consuelan, desafían o transforman, ¿alguna vez te preguntaste cómo llegaron a tus manos?

  • ¿Quién decidió qué libros debían estar allí?

  • ¿Cómo se conservaron a través de los siglos?

Detrás de cada página que hoy leemos con libertad, hay una historia de fe, sacrificio y providencia divina.
La Biblia no cayó del cielo encuadernada.
Fue reunida, preservada y defendida por generaciones de creyentes que valoraron cada palabra como un tesoro.


El Antiguo Testamento: Herencia del Pueblo de Israel

El Antiguo Testamento, también llamado las Escrituras Hebreas, fue escrito entre el 1400 a.C. y el 400 a.C.
Contiene:

  • La Ley (Torá), los primeros cinco libros, atribuidos a Moisés.

  • Los Profetas, historias y mensajes de hombres llamados por Dios.

  • Los Escritos, poesía, proverbios y relatos históricos.

Estos libros fueron cuidadosamente copiados y preservados por los escribas judíos, generación tras generación, con un respeto casi sagrado.
Los escribas verificaban cada letra, cada palabra, para evitar errores.

Cuando Jesús caminó en esta tierra, ya se reconocían estas Escrituras como la Palabra de Dios.
De hecho, Jesús citó el Antiguo Testamento en casi todos Sus discursos:

“No piensen que he venido a abolir la Ley o los Profetas; no he venido a abolirlos, sino a darles cumplimiento.”
— Mateo 5:17 (NVI)

La Biblia que Jesús leyó era la base sobre la cual se edificaría todo lo que vendría después.


El Nuevo Testamento: El testimonio de Cristo y Su Iglesia

Después de la muerte y resurrección de Jesús, Sus discípulos comenzaron a escribir:

  • Los Evangelios, narrando la vida, muerte y resurrección de Cristo.

  • Las Cartas (epístolas), enseñando a las primeras iglesias cómo vivir en Cristo.

  • Apocalipsis, revelando el futuro de la redención final.

Estos textos fueron escritos entre el 45 d.C. y el 100 d.C., y circulaban entre las comunidades cristianas, copiándose cuidadosamente.

Pero al principio, no existía un “Nuevo Testamento” como libro único.
Era una colección dispersa de escritos venerados, enviados de una iglesia a otra, preservados por el amor y el celo de los creyentes.


¿Cómo se decidió qué libros pertenecían al Nuevo Testamento?

En los primeros siglos, surgieron copias falsas o escritos dudosos.
Por eso, la iglesia primitiva discernió cuidadosamente cuáles libros eran auténticamente inspirados por Dios.

Los criterios que siguieron fueron:

  • Autoría apostólica: escritos por apóstoles o sus cercanos.

  • Consistencia doctrinal: debía estar en total acuerdo con el mensaje de Cristo.

  • Uso extendido: debía ser ampliamente reconocido y leído en las iglesias.

Finalmente, en el siglo IV, los líderes cristianos —en reuniones como el Concilio de Cartago en el año 397 d.C.— confirmaron un canon que incluía:

  • 46 libros del Antiguo Testamento, según la tradición de la traducción griega llamada Septuaginta.

  • 27 libros del Nuevo Testamento, incluyendo Evangelios, Epístolas y Apocalipsis.

Más tarde, durante la Reforma en el siglo XVI, los protestantes definieron un canon distinto:

  • 39 libros en el Antiguo Testamento, excluyendo los deuterocanónicos.

  • Los mismos 27 en el Nuevo Testamento.

Ambas tradiciones coinciden en lo esencial:
fue el Espíritu Santo quien guió el reconocimiento de los libros inspirados.


La preservación a lo largo de los siglos

Durante siglos, copistas arriesgaron sus vidas para transcribir la Biblia letra por letra.
En épocas de persecución, los creyentes escondían manuscritos como el mayor tesoro.

Cada generación pasó la Palabra de Dios como un fuego vivo,
a pesar de amenazas, guerras y tiranías.

Hasta que, siglos después, hombres como Martín Lutero y William Tyndale
impulsaron la traducción de la Biblia para el pueblo común,
arriesgando sus vidas para que tú y yo podamos tenerla hoy en nuestras manos.

Hoy puedes abrir tu Biblia libremente,
y leer el mismo mensaje que fortaleció a profetas, apóstoles, mártires y creyentes de todos los tiempos.

“La hierba se seca y la flor se marchita, pero la palabra de nuestro Dios permanece para siempre.”
— Isaías 40:8 (NVI)


Una reflexión para ti

Cada vez que abras tu Biblia, recuerda:
No es sólo un libro.
Es un milagro en tus manos.
Un milagro preservado con sangre, lágrimas y fe.
Un milagro vivo que hoy Dios sigue usando para hablar a tu corazón.

¿La dejarás cerrada… o la abrirás para que esa Palabra eterna te transforme a ti también?

La Biblia ha llegado a ti por un propósito eterno.
No la dejes cerrada.
Empieza por el Evangelio de Juan y conoce al Autor de la vida.

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *