Apariciones marianas y visitas de los muertos: ¿Milagro o engaño?

Hay temas que tocan fibras muy delicadas del corazón humano.
Especialmente cuando se trata de buscar consuelo en medio del dolor, de anhelar una señal desde “el más allá”, o de creer que aquellos que amamos y perdimos pueden de alguna manera seguir cerca, cuidándonos, hablándonos… visitándonos.

Mayo es, para muchos creyentes católicos, el “Mes de María”, un tiempo cargado de devociones, procesiones y rezos enfocados en la figura de la Virgen. Una de las fechas más emblemáticas es el 13 de mayo, cuando se conmemora la supuesta aparición de la Virgen en Fátima, Portugal, en 1917.
Tres niños afirmaron entonces haber visto una “señora vestida de blanco” que les reveló mensajes, profecías y advertencias para el mundo. A partir de ese evento, surgió una devoción mundial que hoy mueve multitudes, turismo religioso, venta de artículos sagrados y una profunda carga emocional y espiritual.

Pero como cristianos que buscamos la verdad en la Palabra y no en las emociones, debemos detenernos y preguntarnos con humildad y seriedad:

¿Qué dice realmente la Biblia sobre esto?
¿Vienen estos mensajes verdaderamente de Dios… o podrían ser una trampa disfrazada de luz?

El anhelo humano de volver a ver a los que amamos

Desde tiempos antiguos, el ser humano ha buscado mantener un vínculo con sus muertos. La idea de que nuestros seres queridos podrían visitarnos, protegernos o comunicarse con nosotros es reconfortante. Nos hace sentir menos solos. Nos da una ilusión de continuidad y de presencia.

Muchas veces he escuchado testimonios sinceros —y en algunos casos conmovedores— sobre personas que afirman haber soñado con un familiar fallecido, o haberlo “visto” en una habitación, con una luz suave y palabras de paz.
Incluso mi abuelita me relató que, tras la muerte de su madre, estando sola en otra ciudad, la vio aparecerse junto a su cama. Le habló con ternura y le dijo que todo estaría bien. Ella no dudó que era real.

Estas experiencias se sienten intensas, dulces y profundamente personales.
Y es justamente por eso que pueden ser tan convincentes… y tan peligrosas.

Porque, por más auténticos que sean los sentimientos, debemos recordar una verdad que la fe cristiana enseña con claridad:
El enemigo no siempre se presenta como monstruo. A veces se disfraza de consuelo.

¿Qué dice la Palabra de Dios?

La Biblia es nuestro filtro. Nuestro norte. Nuestra base.
Y cuando acudimos a ella con un corazón dispuesto, el Señor no nos deja en confusión.

“Los vivos saben que han de morir, pero los muertos no saben nada; no tienen ya ninguna recompensa, y su memoria cae en el olvido.”
Eclesiastés 9:5 (NVI)

“Está establecido que los seres humanos mueran una sola vez, y después venga el juicio.”
Hebreos 9:27 (NVI)

La Escritura es clara:
Una vez que morimos, no vagamos. No regresamos. No visitamos a nadie.
Nuestra alma pasa directamente al juicio de Dios.
No hay “misiones pendientes”, ni “guardianes del cielo”, ni mensajes para entregar desde el otro lado.

Entonces…
¿qué explicación hay para estos encuentros?

El disfraz del enemigo: la seducción del “bien”

Vivimos en una época donde lo sobrenatural está de moda.
Libros, películas, documentales y canales enteros están dedicados a apariciones, milagros, visitas del más allá.
Y en ese escenario, muchos creen que todo lo que “parece bueno” viene de Dios.

Pero la Biblia nos advierte con fuerza:

“Y no es de extrañar, ya que Satanás mismo se disfraza de ángel de luz.”
2 Corintios 11:14 (NVI)

El diablo no necesita asustar para engañar.
Le basta con imitar lo que parece santo.
Una figura materna, una voz suave, una sensación de paz…
Y de pronto, hemos abierto la puerta a un espíritu que no viene de Dios, sino que busca confundirnos y apartarnos de la verdad.

Jesús lo explicó en una de sus parábolas más impactantes: la del rico y Lázaro (Lucas 16:19–31).
Cuando el rico, desde el tormento, pide que alguien regrese del más allá para advertir a sus hermanos, la respuesta es firme:

“Tienen a Moisés y a los profetas; que les hagan caso.”
Lucas 16:29 (NVI)

La Biblia es suficiente.
Dios ya nos habló.
No necesitamos mensajes extra. No necesitamos visiones.
Necesitamos obedecer lo que ya fue revelado.

Apariciones marianas: ¿celestiales o engañosas?

Las llamadas apariciones de la Virgen —en Fátima, Lourdes, Medjugorje y otros lugares— suelen venir acompañadas de profecías, sanidades, llamados al rezo del rosario, y promesas de protección.
Muchos creen que son verdaderas manifestaciones celestiales.
Pero debemos preguntarnos con honestidad bíblica:

¿Apoya la Biblia la idea de que María se aparece para interceder, advertir o consolar?

La respuesta es no.

“Porque hay un solo Dios y un solo mediador entre Dios y los hombres: Jesucristo hombre.”
1 Timoteo 2:5 (NVI)

María no es mediadora.
Nunca lo fue.
Ella misma declaró su necesidad de un Salvador:

“Mi alma glorifica al Señor, y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador.”
Lucas 1:46–47 (NVI)

La devoción mariana, aunque muchas veces bien intencionada, ha llevado a millones a apartarse del centro de la fe:
Cristo crucificado, resucitado y exaltado como el único camino al Padre.

¿Cómo responder con amor y firmeza?

Tal vez conoces a alguien que cree firmemente en estas experiencias.
Tal vez tú misma las viviste o las sentiste reales.
Esto no se trata de condenar, sino de traer la verdad con compasión.

Ora primero.
Pide al Señor discernimiento, sabiduría y ternura.
Y cuando hables, hazlo con claridad, pero con gracia.

Puedes decir algo como:

“Gracias por confiarme esto. Pero mi fe descansa en Cristo y en lo que Su Palabra enseña. La Biblia dice que los muertos no regresan. Y que Jesús es el único mediador. Me encantaría que leamos juntos lo que Dios dice sobre esto. ¿Te parece?”

Un llamado a volver a la verdad

Si alguna vez sentiste curiosidad por estas apariciones, si buscaste consuelo en un mensaje “del más allá”, hoy te invito a volver a la fuente pura y eterna: la Palabra de Dios.

“Examinen todo con cuidado; aférrense a lo bueno.”
1 Tesalonicenses 5:21 (NVI)

Jesús es suficiente.
Su Palabra es suficiente.
No necesitas apariciones, ni señales, ni voces externas.
Él está vivo. Él habla. Él consuela… a través de su Espíritu y su verdad.

Oración final

Señor amado, líbranos de toda confusión espiritual.
Que nuestro corazón no busque consuelo en lo que parece, sino en lo que Tú has dicho.
Guárdanos de caer en el engaño disfrazado de bondad.
Y abre los ojos de quienes han sido atrapados en estas creencias.
Que volvamos a ti, al único camino, la única verdad y la única vida.
En el nombre de Jesús, amén.



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